Hace años decidí embarcarme en la tarea de dejar la menor huella posible en mi paso por este planeta. Empecé por cosas simples: reciclar y hacer compost me resultaron obvias. Después cambié mis consumos de productos de aseo y cosmética. Dejé de comprar crema a las grandes multinacionales, (la mayoría contienen flúor y testean en animales). Por un tiempo hice la mía y hace unos meses uso un gel dental que prepara una de mis nuevas amigas en Uruguay. A veces es muy difícil hacer todo y si hay alguien que lo hace de manera consciente, me parece hermoso apoyar a otros emprendedores. Preparo mi propio desodorante, encontré una fórmula que me funciona perfecto y ya no me preocupo por químicos y disruptores endocrinos. Hace más de dos años me cambié al champú sólido, y uso aceite de coco orgánico para hidratar mi piel. La esponja sintética para lavar los platos ya no hace parte de mi hogar, ahora usamos una hermosa esponja vegetal como la de la foto. Sin lugar a dudas el salto más grande que dí además de tener un huerto en casa, es el haber dejado de consumir productos de origen animal. Trato de ser lo más coherente posible, por eso ya no voy a los grandes supermercados. Consigo casi todos mis alimentos a granel, sin envases plásticos y las verduras que aún no se producen en el huerto las compramos a un productor orgánico de la zona.
Más de un siglo y medio de industrialización, agricultura y ganadería a gran escala, mal uso de las energías no renovables y la deforestación, han incrementado en niveles nunca antes vistos las cantidades de gases de efecto invernadero en la atmósfera. En el último año, las temperaturas han estado en promedio un 1,3 grados por encima de los niveles preindustriales y todo indica que la tendencia continuará. El panorama no es muy alentador y tod@s lo sabemos, es por eso que es URGENTE cambiar nuestra manera de consumir y actuar. Aquí te he contado algunos de los cambios que he incorporado en mi vida y tú, ¿qué haces para ayudar al planeta?
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