Nuestro aparato digestivo y nuestra microbiota intestinal están en constante comunicación con el cerebro a través del nervio vago, por lo cual tanto nuestro comportamiento como nuestro estado emocional y cognitivo pueden verse afectados para bien o para mal.
El equilibrio de nuestra microbiota intestinal (eubiosis), está directamente relacionado con nuestro estilo de vida. La influencia de su estado se extiende más allá del sistema gastrointestinal, ya que está relacionado con enfermedades como la obesidad, la diabetes tipo 2, la celiaquía, la enfermedad de Crohn, el asma, las alergias y la depresión.⠀⠀⠀
Con el cuidado de la microbiota intestinal se pueden regular los síntomas de ciertas condiciones y situaciones de salud mental, ya que se puede intervenir en el eje intestino-cerebro. Estudios en humanos han indicado cómo la alteración de la microbiota gastrointestinal modula la reactividad al estrés y está ligada a peores resultados en casos clínicos de salud mental. El consumo de probióticos puede ayudar a mejorar la microbiota intestinal, pero es importante saber que esta puede cambiar, de acuerdo con nuestros hábitos, y que los probióticos son bacterias vivas que se alimentan de lo que nosotros nos alimentamos también, por lo que tener malos hábitos y tomar probióticos no tiene sentido: las bacterias buenas que estamos introduciendo en nuestro organismo no pueden sobrevivir si no las alimentamos con alimentos saludables. Los alimentos que pueden impactar de forma positiva en nuestra microbiota intestinal son aquellos que contienen fibra, como todos los alimentos enteros de origen vegetal (verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, semillas, nueces, etc.) y los alimentos fermentados como el chucrut, el tempeh, el kéfir, el kimchi, la kombucha o el miso, entre otros.
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